lunes, febrero 14, 2005

Catequesis y sacramentos de la Iniciación Cristiana

1. La vida cristiana de los catequistas.

Los catequistas deben destacarse por su vida cristiana (cf. Código de Derecho Canónico (CDC), can. 785,1). Sin embargo, en el Documento de Trabajo del Sínodo (DTS) se dice que en Montevideo hay catequistas “que ni siquiera tienen o viven la fe. Son muchos los que cuentan con conocimientos pedagógicos adecuados pero carecen de los contenidos, vivencias, espiritualidad que ha de caracterizar al catequista.” (DTS, Capítulo 1 - Catequesis y sacramentos de la Iniciación Cristiana, n. 98). También se dice que la dicotomía entre la tarea y la espiritualidad de los catequistas es una debilidad de frecuente constatación (cf. ídem, n. 112) y que en algunas parroquias los catequistas no están integrados a la vida sacramental de la parroquia (cf. ídem, n. 243).
Proponemos que el Sínodo dirija una apremiante exhortación a todos los responsables de la catequesis de la Arquidiócesis a fin de que se elija como catequistas únicamente a fieles con una vida cristiana ejemplar y se sustituya sin demora a los catequistas que incumplen dicha condición de forma grave, continua y notoria.

2. La formación doctrinal de los catequistas.

Los catequistas deben conocer bien la doctrina cristiana (cf. CDC, can. 780). Sin embargo, en el DTS abundan las referencias a la insuficiente formación doctrinal de algunos catequistas de Montevideo, tanto de parroquias como de colegios (cf. DTS, cap. 1, nn. 98, 99, 100, 102, 105, 106, 112, 198, 200, 202). A nuestro juicio, una de las causas de este fenómeno es la influencia de una tendencia anti-intelectual, que se trasluce por ejemplo en la recomendación de “priorizar la enseñanza de la metodología y pedagogía catequística, evitando una excesiva intelectualización de los cursos” (ídem, n. 246; cf. n. 244). Dado que entre metodología catequística y contenido de la catequesis existe una relación de medio a fin y dada la prioridad ontológica de los fines sobre los medios, nos manifestamos en desacuerdo con esa recomendación.
Proponemos que se determine con precisión el grado mínimo de formación teológica exigible a todos los catequistas de la Arquidiócesis. Concretamente, proponemos que se exija como prerrequisito obligatorio para desempeñar el ministerio de la catequesis (en cualquier nivel y ámbito) una de las siguientes dos condiciones:
· haber cursado y aprobado un curso de teología que brinde una visión sintética de toda la doctrina cristiana, con una carga horaria total de al menos 80 horas y un examen final (o más de uno, si el curso se dividiera en varias asignaturas);
· acreditar una formación teológica equivalente o superior a la mencionada en el punto anterior.
Proponemos además que el contenido del curso de formación teológica para catequistas esté basado directamente en el Catecismo de la Iglesia Católica, siendo éste su texto de estudio principal.
Naturalmente, se debería establecer un período de transición antes de poner en vigor estas exigencias. Por ejemplo, el año 2006 podría dedicarse a la planificación del curso en cuestión y los años 2007 y 2008 al dictado de este curso para los catequistas que lo necesiten.
Por último proponemos que las comunidades cristianas procuren hacerse cargo del costo de la formación de sus catequistas, en los casos en que esto sea justo y necesario.
No entramos aquí en el tema de la formación pedagógica mínima exigible a los catequistas, lo cual no implica desconocer la relevancia y la pertinencia de dicho tema.

3. Los instrumentos de la catequesis.

La catequesis requiere instrumentos adecuados, incluyendo a los catecismos (cf. CDC, can. 775,1). Sin embargo el DTS sostiene que algunos catequistas de Montevideo utilizan materiales y subsidios inadecuados (cf. DTS, cap. 1, n. 106) y que muchos de los materiales que ofrece el Instituto Pastoral de la Catequesis (IPC) están desactualizados (cf. ídem, n. 107). La falta de materiales adecuados para la catequesis se hace sentir más en determinados niveles (catequesis prebautismal, de confirmación, prematrimonial etc.). En general, nos preocupa la posibilidad de que se estén utilizando textos catequéticos de insuficiente valor doctrinal.
Pensamos que los buenos catecismos son un instrumento fundamental de la catequesis. Por lo tanto recomendamos que se utilice directamente en la catequesis el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica que la Santa Sede está terminando de elaborar y que, si además se necesitaran otros catecismos, se proponga a la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU) que procure la edición de catecismos nacionales, con la previa aprobación de la Sede Apostólica (cf. CDC can. 775,2). La composición de catecismos locales para tener en cuenta las diversas situaciones y culturas debe utilizar como texto de referencia seguro y auténtico al Catecismo de la Iglesia Católica (cf. Juan Pablo II, constitución apostólica Fidei Depositum, n. 4).
Proponemos que estos eventuales catecismos locales (para niños y adultos) no tengan un estilo exclusivamente enunciativo sino también argumentativo (es decir, que no digan solamente qué creemos los católicos, sino también por qué lo creemos) y dediquen suficiente atención a la defensa de la fe católica contra las amenazas específicas del momento presente: ateísmo, ocultismo, “Nueva Era”, umbanda, grupos cristianos fundamentalistas, sectas pseudo-cristianas etc., poniendo énfasis en la fundamentación racional de la credibilidad de la fe.
Por otra parte, proponemos que se prepararen conjuntos completos de materiales y subsidios para los cursos de catequesis prebautismal y prematrimonial.
Por último, proponemos que los textos básicos auxiliares de la catequesis se centren sobre todo en los contenidos a transmitir y que, en lo relativo a la metodología, se limiten a establecer unos objetivos pedagógicos mínimos, dejando al catequista (pedagógicamente formado) la libertad de utilizar los métodos que le parezcan más adecuados. Establecer detalladamente todos los pasos que el catequista debe seguir en cada reunión de catequesis puede ser útil para los catequistas principiantes, pero puede sofocar la creatividad y volver rutinaria la labor de los demás catequistas.

4. La formación doctrinal de los catequizandos.

La catequesis es enseñanza sistemática de la doctrina cristiana e iniciación a la vida cristiana. Hoy en Montevideo la catequesis, en su dimensión de enseñanza doctrinal, está dando resultados insatisfactorios. El nivel promedio de formación religiosa de los católicos montevideanos es bastante bajo y con mucha frecuencia nuestros niños, adolescentes y jóvenes tienen conocimientos doctrinales pobres respecto a lo que cabría esperar a su edad. El DTS se refiere indirectamente a este fenómeno al lamentar el bajo nivel de formación religiosa de los aspirantes a catequistas (cf. DTS, cap. 1, n. 102). Por supuesto la gran mayoría de estos aspirantes han recibido su catequesis de Primera Comunión y de Confirmación en la propia Arquidiócesis.
Pensamos que algunas de las causas de esta deficiencia son el escaso interés por el estudio de parte de los catequizandos, la muy escasa exigencia de estudio que los catequistas plantean a los catequizandos y la subestimación práctica del valor de la memoria en el proceso catequético.
Por tal motivo proponemos que se establezcan diversas instancias obligatorias de evaluación de los conocimientos doctrinales de los catequizandos. Por ejemplo: un examen final, acorde a las circunstancias, que deba ser aprobado para pasar de grado o para recibir el Sacramento respectivo.

5. La catequesis de Confirmación.

“El sacramento de la confirmación se ha de administrar a los fieles en torno a la edad de la discreción, a no ser que la Conferencia Episcopal determine otra edad, o exista peligro de muerte o, a juicio del ministro, una causa grave aconseje otra cosa.” (CDC, can. 891). Se considera como “edad de la discreción” los siete años cumplidos (cf. CDC, can. 97,2).
En Montevideo se recibe la Primera Comunión a partir de los diez años y la Confirmación a partir de los quince años. Con mucha frecuencia los niños se alejan de la práctica sacramental poco tiempo después de haber recibido la Primera Comunión. Pocos son los que perseveran en la recepción asidua de los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, reciben el sacramento de la Confirmación y llevan luego una vida cristiana militante (cf. DTS, cap. 1, nn. 137, 138).
De hecho este último sacramento ha quedado reducido a una minoría de cristianos. Por tal motivo recomendamos que se proponga a la CEU que la edad mínima para recibir la Confirmación se reduzca de quince a doce años. Esta propuesta tiene los siguientes objetivos:
· Extender el sacramento de la Confirmación al mayor número posible de cristianos.
· Facilitar la perseverancia en la vida cristiana de los niños que han recibido la Primera Comunión.
· Procurar que los adolescentes y jóvenes católicos cuenten con una mayor formación cristiana y con la gracia de la Confirmación antes de experimentar las crisis propias de su edad.
· Convertir al sacramento de la Confirmación en la puerta de entrada normal de la pastoral juvenil.
Por otra parte, “existe actualmente una diversidad muy grande de formas, procesos y tiempos en la catequesis de preparación para el sacramento de la confirmación a nivel parroquial” (ídem, n. 249). “Los itinerarios de preparación a este sacramento carecen de unidad y criterios comunes... Cada uno elige el proceso a su modo y talante... Encontramos desde preparaciones fugaces y brevísimas hasta itinerarios que exigen de los confirmandos un año y medio o dos.” (ídem, n. 138).
Proponemos que se fije una duración mínima de seis meses para el proceso catequético de preparación para la Confirmación en la Arquidiócesis.

6. La catequesis familiar.

“Antes que nadie, los padres están obligados a formar a sus hijos en la fe y en la práctica de la vida cristiana, mediante la palabra y el ejemplo; y tienen una obligación semejante quienes hacen las veces de padres, y los padrinos”. (CDC, can. 774,2). “El párroco... promueva y fomente el deber de los padres en la catequesis familiar a la que se refiere el can. 774,2.” (CDC, can. 776).
Hoy en nuestra Arquidiócesis la iniciación a la vida cristiana está pasando por una crisis. Muchos de los católicos que han terminado su etapa de formación catequética manifiestan diversas formas de divorcio entre la fe y la vida (o, mejor dicho, de una falta de fe que se refleja en la vida): no creen en dogmas cristianos básicos, no se sienten vinculados a la Iglesia Católica o se han apartado de su doctrina moral.
La secularización de la sociedad es la causa externa principal de las dificultades de nuestra catequesis. A diferencia de lo que ocurría en la civilización cristiana, hoy la fe cristiana de los catequizandos es a menudo muy débil. El avance del secularismo ha provocado una crisis de fe en muchas familias cristianas, por lo cual muchos padres han dejado de cumplir su misión de principales educadores en la fe de sus hijos. La catequesis de las parroquias y los colegios católicos sólo ha podido remediar en pequeño grado esta crisis de la "iglesia doméstica", agravada por las influencias negativas de los medios de comunicación social y de determinados ambientes sociales y culturales.
La tarea más urgente y primordial es re-evangelizar a las familias, para que éstas actúen como eslabones naturales en la cadena de transmisión de la fe católica entre las generaciones. Por tal motivo proponemos que se planifique y ponga en marcha un proyecto experimental a gran escala del método conocido como "catequesis familiar", en el cual el mensaje evangélico es anunciado en primer término a los padres, para que después éstos lo retransmitan a sus hijos (cf. DTS, cap. 1, nn. 205-212). Este modo de participación de los padres en la formación cristiana de sus hijos a menudo lleva a los padres a comprometerse con esta formación en un grado superior al alcanzado mediante el método convencional.
Pensamos que las deficiencias existentes en la vida cristiana de las familias de los niños de nuestra catequesis, en lugar de brindar argumentos contrarios al desarrollo de la catequesis familiar, hacen a ésta aún más urgente (cf. ídem, n. 208).
Concretando algo más nuestra propuesta, recomendamos que durante el año 2006 el IPC planifique la experiencia arquidiocesana de catequesis familiar y que a partir de 2007 esta metodología se aplique en al menos una parroquia y un colegio católico de cada zona pastoral. En función de la evaluación de los resultados obtenidos, se tomaría luego la decisión de expandir o no el ámbito de aplicación de la catequesis familiar.

Daniel Iglesias Grèzes
Montevideo, 5 de marzo de 2005.

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