sábado, febrero 19, 2005

Identidad y protagonismo del laicado (Dr. Carlos ALVAREZ COZZI)

TEMA 8 DEL SINODO ARQUIDIOCESANO 2005 DE LA ARQUIDIOCESIS DE MONTEVIDEO
“Identidad y protagonismo del laicado”

Dr. Carlos ALVAREZ COZZI

Estimados hermanos sinodales:
Desde el convencimiento personal y comunitario acerca de la clara voluntad del Señor Jesús y de su Iglesia de potenciar la identidad y el protagonismo del laicado en la misión evangelizadora, mandatada a la misma en el momento de la Ascensión de Jesús a los Cielos, es que me dirijo a los distinguidos miembros sinodales de la Arquidiócesis de Montevideo con este aporte elaborado desde lo intelectual pero fundamentalmente basado en lo cordial, en el amor a Cristo y a su Iglesia.

I) EL MODELO DE LAICO.

1) Creemos que la Jerarquía de la Iglesia, como vicaria de Cristo Cabeza, a fin de cuidar de su Cuerpo Místico, que formamos todos, debe de potenciar la formación para la identidad y el protagonismo del laicado. Como la esencia de la iglesia lo determina y el Concilio Vaticano, en especial la “Lumen Gentium” lo plasma, además del sinnúmero de documentos del Magisterio universal como se refiere en el artículo que se adjunta al presente aporte, sobre “Los Laicos en la Iglesia” publicado en es.catholic.net, la fuerza evangelizadora que tenemos los laicos está todavía en ciernes, es un potencial latente a desarrollar. A nadie escapa que los laicos podemos llegar a ámbitos donde los clérigos no tienen naturalmente acceso. Es propio de nosotros los laicos, el mundo del trabajo, de la familia, de la cultura, de la sociedad, del derecho, de la economía, de las artes, etc., etc. En tanto la gran mayoría de los fieles de la Iglesia somos laicos, estamos en el mundo, es esencial potenciar por parte de la Iglesia institución la formación, la misión y el protagonismo del laicado, a fin de cumplir a cabalidad la orden que el Señor nos dejó para evangelizar el mundo hasta los cofines de la tierra, para los cual nos entregó el sacerdocio común de los fieles. Naturalmente que los laicos debemos de ser protagonistas de nuestra misión en una correcta y deseada colaboración con los pastores de la Iglesia (el Papa, los obispos unidos a él y el clero), cada uno sin invadir el papel de los otros y todos colaborando mutuamente para edificar como miembros al Cuerpo Místico de Cristo como nos ruega San Pablo en sus Epístolas. Por tanto creemos que ese debe ser el modelo de laico a desarrollar por parte de la Iglesia. Un laico con los pies en la tierra, que sea formado en el cumplimiento de sus deberes para con el Señor pero también en forma concomitante con lo secular, como padre, esposo, trabajador, hombre cívico y político. Porque las dos realidades deben crecer juntas. Así como no es posible una piedad desencarnada, atemporal, tampoco es bueno que el fiel laico descuide su crecimiento espiritual y doctrinal que justamente va a ser el motor de su actuación familiar, cívica y social llevando a esos ámbitos su compromiso eclesial. Todos esos aspectos deben crecer juntos, nivelados, para así evitar esos casos lamentablemente tan numerosos en nuestra Iglesia, de falta de coherencia entre la fe que se confiesa y la vida que se vive, lo que resulta un escándalo y semilla de increencia para el mundo, regada por nuestra propia desidia y a veces la tolerancia de los hermanos que olvidan practicar la corrección fraterna como nos pide el Señor en los Evangelios.
2) Debemos pues crecer los laicos, que estamos enviados como misioneros al mundo, a lo secular, en una verdadera santidad política como hace poco nos pedía Juan Pablo II en un documento. Debemos terminar de una buena vez ocupando el lugar que nos corresponde a fin que otros no ocupen el mismo para desarrollar otros valores, verdaderos antivalores opuestos a los del Evangelio de Jesucristo. Ese compromiso con lo cívico, con lo secular, con lo político, debe infundirnos valor para actuar en los partidos políticos, en las organizaciones no gubernamentales, en los gremios, en la enseñanza, etc., defendiendo e impulsando los valores humanos que nos recuerda en forma permanente la doctrina social cristiana. Justamente por eso, es fundamental que los laicos sean formados en la misma, como fundamento de su actuar secular. La iglesia jerárquica, los pastores, deben estar solícitos junto a los laicos ya formados en ella, en la propagación de sus contenidos con la organización de Cursos y Charlas de difusión, potenciando para ello las estructuras existentes o mejor, como habremos de proponer en el capítulo de propuestas al Sínodo al final de este aporte, la creación de un Instituto de DSI, dependiente de la Arquidiócesis y con un selecto cuerpo docente formado por clérigos y laicos versados para cumplir este esencial servicio eclesial.
3) Como laicos que militamos en política notamos la necesidad de formación de los cristianos en esta doctrina social. Existe una gran ignorancia de ella en aquellos que son o se dicen cristianos y la natural consecuencia de ello es que luego en su actuar el mismo está enturbiado por esa falta de formación en temas cruciales para al bien común. Mientras nuestros políticos no se iluminen con el hecho indudable que la política debe estar destinada al bien común y no al bien individual o grupal en la sociedad, nuestras sociedades van a seguir padeciendo más que resultando beneficiadas con el actuar político. Por eso lamentablemente tal actividad no goza del respeto que debiera tener por lo poco confiable muchas veces de sus agentes, lo que lleva a un alejamiento de los jóvenes en particular de la vida política, incluso naturalmente de los cristianos. Por ello, hay mucho por hacer en este campo eclesial y que hace al modelo de laico que debemos de impulsar en nuestra Arquidiócesis, en la que vive nada menos que la mitad de la población del país. El Señor nos habrá de pedir cuentas como Iglesia de Montevideo en cuanto a que hicimos para la formación de nuestros hermanos laicos también en este campo y debemos estar a la altura de lo que Cristo espera de nosotros en el aquí y ahora. 4) Analizando nuestra historia del laicado uruguayo recordamos los nombres y más que ellos los luminosos testimonios de vida de quienes nos precedieron en este esfuerzo como Zorrilla de San Martín, Elías Regules, Salvador García Pintos, Tomás G. Brena, Juan Pablo Terra, Guzmán Carriquiry y tantos otros, que sin duda nos acompañan en esta tarea y deben reforzar nuestro compromiso para estar a la altura de esos pioneros.

II) LA FORMACIÓN DEL LAICO.
1) Como lo expusimos ya en el numeral anterior, el corazón del tema está justamente en propender a facilitar a los laicos los medios de formación para que sea verdaderamente un cristiano responsable, de pantalón largo como nos gusta decir. La Iglesia, todos nosotros, pero en particular los Pastores, tienen la grave obligación de atender a la formación del pueblo de Dios además de en lo espiritual también en lo atinente a la formación de los mismos en su doctrina social. Porque de otro modo es imposible esperar del laicado mayor incidencia en un mundo hostil al pensamiento y mensaje cristiano. La documentos de la Iglesia, en particular los conciliares, los pontificios y los del episcopado latinoamericano de los últimos años así como los locales, nos insisten en que es obligación de los laicos no desentendernos de la ciudad temporal, antes bien, es nuestra obligación actuar en ella basados en la doctrina evangélica, para lo cual es imprescindible por una elemental razón de medio a fin, ser formados en la rica doctrina social cristiana elaborada a través de los siglos por la Iglesia y recogida en el reciente Compendio de DSI publicado por la Santa Sede. De ahí la propuesta final de este aporte ya adelantada en el numeral anterior. 2) Vemos lamentablemente en nuestra América católica el triste espectáculo de muchos gobernantes que diciéndose “cristianos” sojuzgan a sus pueblos, los encadenan con estructuras injustas de pecado, los matan literalmente de hambre, no propenden al bien común sino al bien personal y de élites, actúan como cipayos de intereses imperialistas, sean éstos tanto los del “capitalismo salvaje” como los del marxismo, ambas concepciones del mundo y de la vida que coliden con la cosmovisión cristiana y personalista del hombre. No queremos ver más eso, no queremos que eso suceda en nuestro querido Uruguay, para lo cual el aporte de cristianos maduros y formados actuando en la vida social y política es imprescindible para lograrlo y a ello debe tender nuestro esfuerzo eclesial de formación. 3) No hay otra opción, cuanto menos demoremos en entenderlo más rápido actuaremos. Y creemos que un cristiano laico mejor formado va a ser necesariamente a la vez un mejor discípulo de Cristo y un mejor ciudadano que cuando vote lo va a hacer teniendo en cuenta en conciencia quién o quienes defienden los valores dignos de protección y propenden al bien común y quienes no.

III) LOS CATÓLICOS ALEJADOS DE LA IGLESIA.
Es una realidad en nuestro Montevideo y Uruguay laicista, legado del batllismo que tomó lo peor del positivismo anticlerical y masónico del S. XIX. Esa mentalidad permanece como un lastre y con él debemos de convivir. Y justamente porque ese fenómeno existe muy marcadamente en nuestro Montevideo en especial y en nuestro Uruguay en general, la identidad y el protagonismo del laicado resultan fundamentales. Los laicos llegamos más que los sacerdotes a la mayoría de los ámbitos sociales en esta realidad laicista. Y además tenemos la ventaja adicional que en nuestra sociedad paradójicamente la Iglesia es la institución que más confiable resulta a nuestra población, antes que los partidos políticos, el parlamento, el gobierno y la mismísima justicia. Por eso, todo conjuga armónicamente en nuestro caso para potenciar la identidad y el protagonismo del laicado, como plan y meta a trabajar en la Arquidiócesis de Montevideo. Es justamente con el testimonio de los católicos laicos que podremos contribuír al acercamiento a la Iglesia de nuestros hermanos alejados. Ya se sabe que un ejemplo de vida vale más que mil palabras como nos recordaba Juan Pablo II. Como vemos todo se relaciona: modelo de laico-formación del laico-testimonio ante la ciudad y el mundo-acercamiento de los alejados.

IV) EL DIALOGO CON LOS NO CATÓLICOS.
Lo expuesto en el numeral anterior sirve también para este punto del diálogo con los no católicos. Hemos tenido la experiencia de trabajar en una organización cristiana que en su mayoría es integrada por cristianos no católicos y pudimos experimentar el claro reconocimiento de respeto de los hermanos evangélicos para con la doctrina social de la iglesia de la que ellos carecen. Y ello puede extenderse a otros credos incluso no cristianos.

V) PROPUESTA:
Por todo lo expuesto proponemos al Sínodo que recomiende al Arzobispo de Montevideo potenciar la identidad y el protagonismo del laicado a través entre otros medios de la creación de una Vicaría o Instituto de Doctrina Social Cristiana así como la previsión de esta materia como de estudio obligatorio en los institutos pastorales de formación de clérigos, religiosos y en particular laicos, así como en la Universidad Católica del Uruguay Dámaso Antonio Larrañaga en todas las carreras que ella imparte.

Montevideo, 9 de febrero de 2005
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