martes, febrero 15, 2005

Jóvenes y vocación a la fe

1) Pastoral juvenil y pastoral de adolescentes

Actualmente la pastoral juvenil arquidiocesana acompaña específicamente a los jóvenes de entre 17 y 29 años (cf. Documento de Trabajo del Sínodo (DTS), Capítulo 2 - Jóvenes y vocación a la fe, n. 2). La pastoral de adolescentes es considerada como una pastoral diferente de la pastoral juvenil, aunque muy interrelacionada con ella, por lo cual se está formando una Coordinadora Arquidiocesana de Pastoral de Adolescentes (cf. ídem, nn. 235-237).
Con respecto a estos puntos, opinamos lo siguiente:
· Las personas de 25 a 29 años son adultas y con frecuencia ya están casadas, por lo cual sería más conveniente tratarlas como adultos, incluyéndolas en los grupos de pastoral familiar o las demás pequeñas comunidades de adultos.
· Con frecuencia los grupos juveniles parroquiales están integrados tanto por jóvenes como por adolescentes. Además, la estructura organizacional de la Arquidiócesis ya está muy sobrecargada, por lo cual parece poco factible crear toda una organización arquidiocesana para la pastoral de adolescentes, aparte de la existente para la pastoral juvenil.
Por consiguiente proponemos redefinir la pastoral juvenil de modo que abarque a las personas de 13 a 24 años, subdividiéndola en dos áreas: adolescentes (de 13 a 17 años) y jóvenes (de 18 a 24 años). Es decir que la misma organización pastoral (vicaría pastoral, coordinadoras arquidiocesana, zonales y parroquiales etc.) se ocuparía de ambas áreas, sin perjuicio de que en el nivel parroquial puedan existir grupos separados de adolescentes y jóvenes, animados o asesorados por agentes pastorales debidamente capacitados para cumplir sus funciones respectivas.

2) La pastoral juvenil y la iniciación cristiana

La pastoral juvenil arquidiocesana propone a los jóvenes un proceso de educación en la fe con tres etapas: “nucleación”, iniciación y militancia o compromiso (cf. ídem, nn. 81-102). Las dos primeras etapas pueden ser bastante extensas (cf. ídem, nn. 85, 97). La militancia es entendida como “la opción que hacen los jóvenes cristianos por asumir el estilo de vida de Jesús de Nazareth y por vivir su vida como una entrega a los demás” (ídem, n. 101). Muchos de los jóvenes integrados a los grupos de pastoral juvenil no llegan a esta etapa (cf. ídem, nn. 95, 102).
Parece ser que este modelo pastoral, que coloca como meta final un compromiso cristiano que en cierta medida debería ser un prerrequisito de la pastoral juvenil, no ha dado buenos resultados globales. La situación religiosa de los jóvenes montevideanos presenta aspectos muy preocupantes. Veamos una ilustración elocuente: la autodefinición religiosa de los montevideanos según su edad. Según el libro de 1996 de Da Costa, Kerber y Mieres titulado “Creencias y religiones. La religiosidad de los montevideanos al fin del milenio”, mientras que entre las personas ancianas los católicos superan a los ateos en una proporción mayor que 10 a 1 (61,9% contra 6,0%), entre los jóvenes dicha proporción no llega a 1,5 a 1 (35,6% contra 24,3%). Además, según la misma fuente, una mayoría relativa de montevideanos (41,9%) señaló que a lo largo de su vida había disminuido su religiosidad (1).
En trazos gruesos, podríamos esbozar nuestra situación de la siguiente manera: parecemos habernos resignado a ver cómo a los diez años la mayoría de los niños que han tomado la Primera Comunión se alejan de la Iglesia; pero cinco o diez años después nos esforzamos por atraerlos de nuevo a ella, convocándolos a través de distintas experiencias y actividades e iniciando con ellos un proceso de educación en la fe, partiendo en muchos casos casi desde cero.
Para evitar en la mayor medida posible el alejamiento de la fe o de la Iglesia de tantos adolescentes y jóvenes católicos, proponemos dar máxima prioridad al fomento de la perseverancia de los niños después de la Primera Comunión y a la generalización del sacramento de la Confirmación, hoy lamentablemente reservado, de hecho, a una élite. Para ello proponemos reducir de quince a doce años la edad mínima para recibir la Confirmación y transformar la pastoral de adolescentes y jóvenes en una pastoral post-confirmación, en el caso normal. El compromiso de militancia cristiana existiría así desde el principio, aunque luego debería crecer a medida que los adolescentes y jóvenes progresen “en sabiduría, en estatura y en gracia” (Lucas 2,52).
En cuanto a los adolescentes y jóvenes que se acercan a la Iglesia sin haber recibido uno o varios de los sacramentos de la iniciación cristiana, proponemos que, en la medida en que tengan un mínimo de fe, sean incorporados a un proceso de catecumenado para completar su iniciación cristiana antes de incorporarse plenamente a la pastoral juvenil.

3) La pastoral vocacional

El DTS afirma que la pastoral juvenil y la pastoral vocacional, no son “dos aspectos distintos de la misma acción pastoral, sino... dos acciones pastorales distintas.” (DTS, cap. 2, n. 229). La razón aludida es la siguiente: “Mientras que la Pastoral Juvenil procura que el joven recorra un itinerario formativo que atienda integralmente su crecimiento como persona y como cristiano, la Pastoral Vocacional (presupuesto este itinerario) lo ayuda en su discernimiento específico de su lugar en la Iglesia y la sociedad, de acuerdo al proyecto de Dios.” (ídem, n. 231).
Por el contrario, consideramos que, más que relacionarse con la pastoral vocacional, la pastoral juvenil en sí misma debería ser pastoral vocacional, es decir un camino que ayude al joven a descubrir y a asumir no sólo la vocación universal a la santidad, sino también su vocación particular al matrimonio, el sacerdocio o la vida consagrada. Esto no obsta a que existan una organización y unos agentes pastorales especializados para el acompañamiento de los jóvenes que manifiestan una vocación al sacerdocio o a la vida consagrada.
Por lo tanto proponemos que la pastoral juvenil ponga especial énfasis en la pastoral vocacional y particularmente en la preparación al matrimonio (caso mayoritario de vocación particular), transformándose en buena medida en preparación remota (en la adolescencia) o próxima (durante el noviazgo) al matrimonio.

4) La pastoral juvenil universitaria

Con respecto a la pastoral juvenil universitaria, el Código de Derecho Canónico (CDC) establece lo siguiente:
“El Obispo diocesano ha de procurar una intensa cura pastoral para los estudiantes, incluso erigiendo una parroquia o, al menos, mediante sacerdotes destinados establemente a esta tarea; y cuide de que en las universidades, incluso no católicas, haya centros universitarios católicos que proporcionen ayuda, sobre todo espiritual, a la juventud” (CDC, can. 813).
Según el DTS, en los hechos la pastoral juvenil universitaria de la Arquidiócesis se desarrolla fundamentalmente en las residencias universitarias (cf. DTS, cap. 2, n. 239).
Consideramos que, sin perjuicio del rol de dichas residencias, el espacio principal de la pastoral universitaria debe estar constituido por las propias universidades. Por lo tanto proponemos:
a) Que la pastoral universitaria arquidiocesana procure coordinar sus acciones con las de los organismos pastorales de las universidades católicas existentes en la Arquidiócesis.
b) Que se procure crear centros universitarios católicos para ayudar (sobre todo espiritualmente) a los estudiantes de las universidades no católicas existentes en la Arquidiócesis, independientemente de su lugar de residencia (es decir, más allá de las residencias universitarias).
c) Que se procure que la pastoral universitaria sea universitaria no sólo por sus destinatarios, sino también por su modalidad, dedicando amplios esfuerzos a la evangelización de la cultura y al diálogo entre la fe y la cultura.

5) Relaciones entre la pastoral juvenil y la pastoral familiar

La pastoral juvenil debe estar articulada con la pastoral de conjunto (cf. ídem, n. 103). Por otra parte, la pastoral familiar debe ser considerada como una dimensión transversal de toda la pastoral arquidiocesana (cf. DTS, Capítulo 3 - Familia y sacramento del Matrimonio, n. 22, lit. a).
Proponemos fortalecer los nexos de la pastoral juvenil con la pastoral familiar (cf. DTS, cap. 2, n. 243). Más concretamente, proponemos las siguientes líneas de trabajo:
a) Énfasis en la relación del joven con su propia familia.
La gran mayoría de los adolescentes y jóvenes montevideanos viven con sus familias paternas. La relación del adolescente o joven con su familia, sobre todo en el plano religioso, debería ser un aspecto central de la pastoral juvenil.
b) Desarrollo de instancias de participación de los padres en el itinerario pastoral de sus hijos adolescentes y jóvenes.
c) Impulso a la formación de pequeñas comunidades de familias, donde los intercambios se den algunas veces dentro de cada generación y otras veces entre las generaciones.
d) Colaboración de ambas pastorales en lo referente a la preparación de los adolescentes y jóvenes al matrimonio (cf. ídem, n. 247).

6) Crecimiento de los jóvenes en la vida cristiana.

Proponemos fortalecer el énfasis de la pastoral juvenil con respecto a los medios tradicionales de crecimiento de la vida cristiana (cf. ídem, n. 45). Más concretamente, proponemos las siguientes líneas de trabajo:
a) Fomento de los cursos de Biblia para jóvenes.
b) Fomento de la participación asidua de los adolescentes y jóvenes en los sacramentos de la reconciliación y la eucaristía (sobre todo dominical).
c) Consideración de los grupos de pastoral juvenil como escuelas de oración (entre otros aspectos).
d) Fomento de la dedicación de los sacerdotes a la dirección espiritual de los adolescentes y jóvenes.
e) Realización periódica de retiros o ejercicios espirituales para adolescentes y jóvenes.

7) Animadores y Asesores
El modelo organizacional impulsado por la pastoral juvenil arquidiocesana incluye la idea de que los animadores de los grupos juveniles deben ser jóvenes, reservando a los adultos el rol de asesores (cf. ídem, n. 135). Por otra parte, se constata en algunas parroquias una especie de abandono de los grupos juveniles a su propia suerte, por parte de los sacerdotes y los fieles adultos (cf. ídem, n. 275).
Consideramos que los jóvenes sienten la necesidad de tener un cierto grado de autonomía pero no quieren ser marginados y que necesitan apoyo, consejo y dirección de sus mayores. Por lo tanto proponemos que se establezca la obligación de designar un líder o guía suficientemente maduro y formado en cada grupo de pastoral juvenil, y que para este rol se designe a las personas más adecuadas, sean adultas o jóvenes.

Daniel Iglesias Grèzes
Montevideo, 5 de marzo de 2005.


Nota:
El cuadro completo es el siguiente:

Autodef./Edad 65+ 50-64 30-49 18-29
Católicos 61.9% 55.9% 44.9% 35.6%
Ateos 6.0% 6.3% 16.3% 24.3%

Cf. Néstor Da Costa - Guillermo Kerber - Pablo Mieres, Creencias y religiones. La religiosidad de los montevideanos al fin del milenio, Ediciones Trilce, Montevideo, 1996, pp. 55, 58.

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