miércoles, febrero 16, 2005

Parroquia

1. Los párrocos

La cura pastoral de una parroquia, “bajo la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio” (Código de Derecho Canónico (CDC), can. 515,1). “Para que alguien pueda ser designado párroco válidamente debe haber recibido el orden sagrado del presbiterado.” (ídem, can. 521,1). “Si, por escasez de sacerdotes, el Obispo diocesano considera que ha de encomendarse una participación en el ejercicio de la cura pastoral de la parroquia a un diácono o a otra persona que no tiene el carácter sacerdotal, o a una comunidad, designará a un sacerdote que, dotado de las potestades propias del párroco, dirija la actividad pastoral." (ídem, can. 517,2).
Sin embargo, el Documento de Trabajo del Sínodo (DTS) afirma lo siguiente:
“No todas las parroquias de Montevideo cuentan con un párroco, ya que algunas son atendidas desde otra parroquia, otras están a cargo de comunidades de religiosas y también existen aquellas en las que se ha encargado su conducción pastoral a diáconos permanentes. Estas modalidades son valoradas positivamente por las comunidades consultadas, y aparecen como experiencias a estudiar y profundizar en el futuro.” (DTS, Capítulo 4 - Parroquia, n. 34).
Manifestamos nuestra discrepancia con esta valoración positiva y con la idea de profundizar esta experiencia. La carencia de párrocos no es una oportunidad providencial para experimentar nuevas formas de organización pastoral en las parroquias, sino un grave problema que se debe procurar solucionar lo antes posible. El párroco no es prescindible en la Parroquia.
Por lo tanto proponemos que a la brevedad posible se nombre un párroco en cada parroquia de la Arquidiócesis que carezca de uno. Además proponemos que, en el ínterin, se designe a sacerdotes para dirigir la actividad pastoral de esas parroquias, según prevé el derecho canónico. Gracias a Dios, en Montevideo el número de los presbíteros es mayor que el de las parroquias, por lo cual en principio estas propuestas deberían ser factibles.

2. Las zonas pastorales

“Toda diócesis o cualquier otra Iglesia particular debe dividirse en partes distintas o parroquias. Para facilitar la cura pastoral mediante una actividad común, varias parroquias cercanas entre sí pueden unirse en grupos peculiares, como son los arciprestazgos.” (CDC, can. 374).
En la Iglesia universal existen diversos nombres para designar estos grupos de parroquias (arciprestazgos, vicariatos foráneos, decanatos etc.). En nuestra Arquidiócesis este rol es cumplido por las zonas pastorales (cf. DTS, cap. 4, n. 56).
Según el DTS, “se plantea la necesidad de revisar y reformar la actual distribución territorial de zonas pastorales, por resultar claramente inadecuada para la actual estructura y funcionamiento de la ciudad y también para los recursos humanos y materiales de la Arquidiócesis” (ídem, n. 147). Apoyando este planteo, proponemos dividir la Arquidiócesis en sólo cuatro o cinco zonas pastorales (por ejemplo fusionando de a dos o tres las actuales zonas para conformar las nuevas zonas Centro, Oeste, Noreste y Sureste), a fin de aligerar la sobrecargada estructura organizativa de la Arquidiócesis, facilitar su correcto funcionamiento y constituir zonas pastorales más heterogéneas, en las que las parroquias con mayores recursos puedan colaborar más estrechamente con las de menores recursos.
Además proponemos centralizar en las zonas pastorales los servicios más especializados (como podrían ser tal vez el catecumenado de adultos, la catequesis para discapacitados intelectuales etc.).
Por último proponemos que se establezca explícitamente la asimilación de las zonas pastorales a los arciprestazgos, por lo cual correspondería aplicar a los presbíteros responsables zonales (cf. ídem, nn. 66-71; 186-204) las normas referidas a los arciprestes (cf. CDC, can. 553-555).
En cuanto a los vicarios episcopales territoriales, si a cada uno de ellos le fuera asignada una de las nuevas zonas pastorales, sería lógico que coincidieran con los presbíteros responsables zonales (cf. DTS, cap. 4, n. 189).

3. La red de parroquias

En los últimos 40 años la red de parroquias de la Arquidiócesis de Montevideo ha crecido poco (cf. ídem, n. 6) y tampoco su red de iglesias, capillas y oratorios ha tenido un crecimiento importante (el nuevo Santuario de Tres Cruces es una de las más hermosas excepciones). No obstante, durante este mismo período la estructura demográfica de Montevideo ha cambiado mucho, produciéndose así un desfasaje entre esta estructura y las redes mencionadas. Esto se nota sobre todo en las zonas periféricas de la ciudad y los grandes conjuntos habitacionales que carecen de un centro de culto católico, mientras en esas mismas áreas proliferan los centros de culto de sectas protestantes.
Por tal motivo proponemos que en el nivel arquidiocesano se utilice un sistema de información geográfica (un mapa digital de Montevideo asociado a una base de datos censales) como herramienta auxiliar para optimizar la planificación de las redes de parroquias y de centros de culto (localizaciones, límites, etc.) en función de criterios cuantitativos (cf. ídem, n. 148).

4. La liturgia

Nuestras celebraciones litúrgicas suelen mostrar signos de descuido: equipos de audio que funcionan mal, lectores que no leen bien, cantos mal elegidos, coros o intérpretes que desafinan, homilías rutinarias o improvisadas, etc. (cf. ídem, nn. 102-104).
Por tal motivo proponemos que:
a) Se exhorte a los sacerdotes y los equipos de liturgia a preparar esmeradamente todos los aspectos de las celebraciones litúrgicas, sobre todo las Misas dominicales.
b) Se ofrezca todos los años un curso de homilética para presbíteros y diáconos.
c) Se ofrezca todos los años un curso de música sacra para músicos y cantores de parroquias.
d) Se confíe en cada parroquia los ministerios del lectorado y el acolitado a fieles laicos debidamente formados (cf. ídem, n. 152).

5. La relación de las parroquias con los fieles y demás vecinos

Las parroquias de Montevideo suelen ser lugares poco acogedores a primera vista:
· Algunos signos de esta realidad son los templos cerrados detrás de rejas cerradas, las casas parroquiales cerradas, las oficinas parroquiales con escaso horario de atención al público y los teléfonos de parroquias que no responden las llamadas o que las responden sólo con mensajes grabados. En cambio muchos puntos de presencia de las sectas (estratégicamente ubicados) están habitualmente abiertos y cuentan con personas encargadas de recibir a los visitantes.
· Los servicios disponibles y las actividades existentes en el seno de la parroquia suelen ser poco conocidos por los fieles y demás vecinos del barrio.
· La crisis de los sacramentos de curación (reconciliación y unción de los enfermos) no se debe sólo a una escasez de "demanda" por parte de los fieles, sino también a una escasez de "oferta" por parte de los sacerdotes.
· Es bastante infrecuente que representantes de la parroquia salgan al encuentro de los fieles o vecinos del barrio. Por lo general se espera pasivamente que éstos se acerquen a la parroquia. En cambio las sectas suelen practicar las visitas puerta a puerta con fines de proselitismo.
Por tal motivo proponemos que:
a) Se organicen sistemas de voluntarios para extender los horarios en los cuales los templos y las oficinas parroquiales permanecen abiertas.
b) Se dé amplia difusión a los servicios y actividades de las parroquias a través de folletos, páginas web etc.
c) Se prohíba desarrollar en los locales parroquiales actividades incompatibles con los fines religiosos de la parroquia.
d) Se cree un curso orientado a mejorar la capacitación de los encargados de los despachos parroquiales, atendiendo los aspectos teológicos, pastorales y canónicos propios de su función.
e) Se establezcan horarios diarios para confesiones y horarios semanales para unciones de los enfermos y se les dé amplia difusión.
f) Se realicen misiones permanentes para recorrer periódicamente puerta a puerta todas las viviendas de la parroquia, organizándolas de tal modo que la ocasión de la visita domiciliaria se aproveche para obtener resultados pastorales fructíferos (cf. ídem, nn. 154-156).

6. Los desafíos pastorales de las parroquias

Las parroquias de Montevideo enfrentan actualmente grandes desafíos pastorales que intentaremos resumir en los siguientes puntos:
· El avance del ateísmo, el agnosticismo, la indiferencia religiosa y el secularismo.
· La influencia creciente de ideologías incompatibles con el dogma y la moral cristianas (materialismo, individualismo, relativismo, utilitarismo etc.).
· La expansión de sectas protestantes fundamentalistas, del umbandismo y de nuevos movimientos religiosos pertenecientes a la corriente de la New Age.
· La insuficiencia de las relaciones interpersonales en las grandes comunidades, donde se da un cierto anonimato de los fieles.
· La gran heterogeneidad de las situaciones personales y las necesidades religiosas de los fieles que viven dentro de la jurisdicción de la parroquia territorial.
Por tales motivos proponemos las siguientes orientaciones para las parroquias:
a) Promover las pequeñas comunidades, en lo posible compuestas por matrimonios o familias completas (cf. ídem, nn. 122-142).
b) Promover una actitud de apertura y cooperación con los colegios católicos, las organizaciones no gubernamentales católicas, los movimientos eclesiales etc.

Daniel Iglesias Grèzes
Montevideo, 12 de marzo de 2005.

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