lunes, marzo 28, 2005

La religiosidad de los montevideanos

Plantearemos algunas reflexiones y propuestas pastorales a partir de los datos estadísticos sobre la religiosidad de los montevideanos aportados por los siguientes dos libros:
· Néstor Da Costa - Guillermo Kerber - Pablo Mieres, Creencias y Religiones. La religiosidad de los montevideanos al fin del milenio, Ediciones Trilce, Montevideo, 1996 (en adelante citado como DKM).
· Néstor Da Costa, Religión y Sociedad en el Uruguay del siglo XXI. Un estudio de la religiosidad en Montevideo, CLAEH, CUM, Montevideo, 2003 (en adelante citado como NDC).
Las encuestas en las que se basan dichos libros fueron realizadas en 1994 y 2001 respectivamente.

1. Datos principales.
En este capítulo presentaremos los datos acerca de la religiosidad de los montevideanos que consideramos más importantes, según los resultados de las encuestas referidas, clasificándolos como positivos o negativos desde la fe católica y añadiéndoles en ocasiones algún comentario. Es preciso tener en cuenta que dichos resultados se refieren a la autodefinición religiosa de las personas encuestadas.

1.1 Aspectos positivos.
· Uruguay sigue siendo un país de población mayoritariamente católica:
Los católicos eran el 47,9% de la población de Montevideo en 1994 (DKM p. 55) y el 54,0% en 2001 (NDC p. 91). Dado que es muy probable que el porcentaje de católicos del Interior de la República sea bastante superior al de Montevideo, consideramos seguro afirmar que los católicos son mayoría absoluta en el Uruguay.
· Una amplia mayoría de los montevideanos se auto-definen como cristianos: el 60,5% en 1994 (DKM p. 55) y el 65,6% en 2001 (NDC p. 91). Hemos sumado los porcentajes de los católicos y de los cristianos no católicos, incluyendo en este último grupo a los cristianos de otras denominaciones y a los cristianos no afiliados a ninguna denominación.
· Una amplísima mayoría de los montevideanos creen en la existencia de Dios: el 80,6% en 1994 (DKM p. 60) y el 81,0% en 2001 (NDC p. 86).
· Casi la mitad de los montevideanos realizan una evaluación positiva o muy positiva de la Iglesia Católica: el 48,9% en 1994 (DKM p. 78) y el 48,3% en 2001 (NDC p. 147). Dado que las evaluaciones negativas o muy negativas son minoritarias, el saldo final de imagen de la Iglesia Católica es muy positivo. También el Papa, los Obispos, los sacerdotes y las religiosas tienen saldos de imagen positivos (DKM p. 83; NDC p. 147).
· La Iglesia Católica es, con mucha ventaja, la institución en la que los montevideanos confían más. Además de la Iglesia, la única institución con saldo positivo de confianza es el Poder Judicial. Los cultos afro-brasileños y las iglesias pentecostales cierran la lista de instituciones evaluadas, presentando saldos de confianza muy negativos (NDC p. 163; véanse datos similares en DKM p. 87), lo cual hace pensar que difícilmente puedan seguir ganando muchos adeptos a mediano plazo.
· Alta valoración de la familia: El 82,1% de los montevideanos le asigna mucha importancia. La familia es, con bastante ventaja, el más valorado de los ámbitos de la vida social (DKM p. 47).

1.2 Aspectos negativos:
· Los católicos disminuyen: En los últimos cincuenta años el porcentaje de católicos ha seguido, con altibajos, una clara tendencia decreciente: 67,0% en 1955, 72% en 1964, 47,9% en 1994 y 54,0% en 2001 (NDC p. 107). La encuesta de 1955 parece haber sido menos precisa: la unidad en estudio era la familia, por lo cual un solo integrante de la familia aportaba los datos de todos los integrantes de la misma (NDC p. 101). Dejando pues de lado esa encuesta, resulta que en un período de 37 años (de 1964 a 2001) el porcentaje de católicos disminuyó 18 puntos, o sea casi medio punto por año.
· Hay malas perspectivas para el futuro próximo: El porcentaje de católicos decrece sistemáticamente a medida que decrece la edad de los montevideanos. Mientras que entre las personas de 65 años o más los católicos ascienden al 61,9%, entre las personas de 18 a 29 años son sólo el 35,6% (DKM p. 55). La interpretación optimista de estos datos (vale decir, la hipótesis de que muchos montevideanos se convierten al catolicismo a medida que envejecen) debe ser descartada: El porcentaje de los que afirman que su vivencia religiosa aumentó a lo largo de la vida (20,8%) es prácticamente igual al de los que afirman que disminuyó (20,0%); y casi la mitad (49,8%) afirma que ni aumentó ni disminuyó (NDC p. 117; véanse datos similares en DKM p. 58). Más aún, sobre el total de quienes afirman haber experimentado cambios en su definición religiosa, el 56,8% afirma que el cambio se produjo entre los 13 y los 20 años. Casi todos esos cambios se produjeron antes de los 31 años (NDC p. 116). Por lo tanto cabe concluir que la mayoría de tales cambios consisten en la pérdida de la fe católica durante la adolescencia o la juventud. No obstante destacamos que los dos estudios considerados presentan una gran discrepancia en cuanto al porcentaje de católicos que ha mantenido siempre la misma definición religiosa: 95,5% en 1994 (DKM p. 58) y 75,9% en 2001 (NDC p. 115). Según el primer dato casi no habría conversiones hacia el catolicismo, mientras que según el segundo dato el porcentaje de tales conversiones sería apreciable.
· Amenazas internas:
Las encuestas consideradas abundan en datos preocupantes acerca del bajo grado de adhesión a la Iglesia de muchos montevideanos que se definen como católicos. A continuación mencionaremos algunos de esos datos, agrupándolos según se refieran a la doctrina, a la liturgia o la oración personal o a la moral.
· Católicos “a la carta”:
Muchos católicos no creen en doctrinas católicas fundamentales:
o El 79,1% de los católicos cree que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre (DKM p. 64).
o El 42,3% de los católicos opina que después de la muerte se resucita o se produce un encuentro con Dios (DKM p. 68). Sin embargo muchos creen en la reencarnación: 8,6% en 1994 (DKM p. 68) y 28% en 2001 (NDC p. 96).
o El 75% de los católicos cree en el alma, el 64% en el pecado, el 48% en el Paraíso, el 27% en el diablo, el 24% en el infierno y el 21% en la infalibilidad papal (NDC p. 96).
o El 24% de los católicos opina que la religión es el opio de los pueblos y el 28% que es un consuelo que se inventa la gente (NDC p. 99).
En general el grado de incongruencia con la doctrina católica no se reduce mucho si nos limitamos a considerar a los católicos practicantes o muy practicantes.
· Católicos “no practicantes”:
El grado de práctica del culto católico es muy bajo:
o Sólo el 14,4% de los católicos se define a sí mismo como practicante o muy practicante. El 36, 1% se define como “no muy practicante” (o sea, poco practicante) y el 47,7% como no practicante (NDC p. 94). Sin embargo, un 51,9% de los católicos participa en expresiones de religiosidad popular católicas (NDC p. 141).
o El 55,8% de la población de Montevideo asistió de niño o de joven a una parroquia católica pero no lo hace actualmente. El 30,5% de la población y el 45% de los católicos afirma que acude actualmente a parroquias católicas. Sin embargo, dentro de ese grupo, el 14% (o sea, el 6,3% de los católicos o 3,4% de la población) asiste a Misa asiduamente, el 53% asiste ocasionalmente y el 32% no asiste a Misa (NDC pp. 124-125).
o El 93% de los católicos opina que se puede ser buen religioso sin ir a la iglesia todas las semanas (NDC p. 97).
o El 80% de los católicos opina que no hay necesidad de sacerdotes en tanto cada individuo puede encontrarse con Dios directamente (NDC p. 98).
o Sólo el 18,3% de los montevideanos se consideran vinculados a la Iglesia Católica (DKM p. 76).
o El porcentaje de la población de Montevideo que recibió los sacramentos de la Iglesia Católica bajó mucho de 1964 a 2001: Los bautizados descendieron del 94% al 85,8%; los confirmados del 63% al 33,8% y los casados por la Iglesia del 74% al 30,5% (NDC p. 109). En 2001 el 59,3% de la población de Montevideo afirmó haber recibido la Primera Comunión y el 36,8% haberse confesado al menos una vez en la vida (NDC p. 125). Seguramente muchos no recuerdan haberse confesado antes de su Primera Comunión.
o El alejamiento de los fieles católicos del culto creció mucho en las últimas décadas: Mientras que en 1964 el 25% de los creyentes no concurría nunca al culto o lo hacía muy excepcionalmente, en 2001 el 59,6% no concurría (NDC p. 109).
o Sobre el total de creyentes en Dios, el 29,4% reza casi todos los días, el 29,4% reza con menor frecuencia y el 39,0% no reza. (NDC p. 133).
· Católicos “mundanos”:
Muchos católicos se han apartado de la doctrina moral de la Iglesia (DKM p. 51):
o Con respecto a la admisión del divorcio, el 70,2% de la población de Montevideo se manifiesta en acuerdo total y el 11,1% en desacuerdo total.
o Con respecto a las relaciones prematrimoniales, el 60,3% se manifiesta en acuerdo total y el 13,8% en desacuerdo total.
o Con respecto al rechazo de la educación religiosa en escuelas públicas, el 44,3% se manifiesta en acuerdo total y el 24,6% en desacuerdo total. La arraigada tradición laicista del Uruguay hacía temer un resultado peor en este punto.
o Con respecto a la legalización del aborto, el 45,9% se manifiesta en acuerdo total y el 38,5% en desacuerdo total.
· Amenazas externas:
· Secularismo:
· En 1994 sólo el 23,5% de los montevideanos asignaba mucha importancia a lo religioso (DKM p. 47).
· En 2001 sólo el 47,3% de los montevideanos se definía como una persona religiosa, mientras que el 34,5% se definía como indiferente hacia lo religioso y el 11,5% como atea convencida (NDC p. 86).
· En general los porcentajes de montevideanos que afirman que lo religioso influye en diversos aspectos de su vida cotidiana son bajos: En un extremo de la escala, el 59,0% afirma que lo religioso influye en los momentos difíciles; en el otro extremo, el 13,9% afirma que influye en las decisiones políticas (DKM p. 71).
· Sólo el 26,6% de los montevideanos se considera vinculado con una organización religiosa (DKM p. 76).
· Superstición y ocultismo:
· Un 10% de los montevideanos son muy propensos a creer en supersticiones, cábalas y prácticas anticipatorias del futuro. Otro 30% manifiesta una propensión menor al ocultismo (DKM p. 47).
· Casi el 30% de los montevideanos consultó alguna vez a un adivino o vidente para que le predijera su futuro (NDC p. 161).
· Ateísmo, agnosticismo y deísmo:
El ateísmo es la postura más frecuente ante el “problema religioso” después del catolicismo.
· En 1994 los ateos eran el 14,4% de los montevideanos, ascendiendo al 23,2% entre los hombres y al 24,3% entre las personas de 18 a 29 años. Los agnósticos eran el 2,6% del total y los deístas el 8,3% (DKM p. 55).
· En 2001 los ateos eran el 12,8%, los agnósticos el 3,0% y los creyentes en Dios no afiliados a ninguna confesión religiosa (“deístas”) el 9,0%.
· La “Nueva Era”:
· La encuesta de 1994 no permite determinar el porcentaje de seguidores de la espiritualidad New Age. En cambio la encuesta de 2001 permite estimar este porcentaje en un 0,9%, sumando budistas, creyentes solares y metafísicos (NDC p. 91).
· Sin embargo, la influencia de la New Age llega mucho más allá de su pequeño número de seguidores estrictos: en 1994 el 11,3% de los encuestados creían en la reencarnación (DKM p. 67) y en 2001 ese porcentaje ascendía al 24,3% (NDC p. 95).
· Umbanda:
· Los cultos afro-brasileños constituyen la principal religión no cristiana en Montevideo, concitando la adhesión de un 2,0% de los encuestados (NDC p. 91). La encuesta de 1994 no permite determinar el porcentaje de adherentes a esta religión. Seguramente existe una fuerte correlación entre el umbandismo y las creencias mágicas y supersticiosas.
· La práctica del umbandismo parece haber experimentado un retroceso en los últimos años. El porcentaje de montevideanos que participaba con cierta frecuencia en cultos afro-brasileños ascendía al 4,3% en 1994 y al 3,0% en 2001, mientras que el porcentaje de la población que afirmaba haber participado en ellos por lo menos una vez era del 20,2% en 1994 y el 13,3% en 2001 (DKM p. 88; NDC p. 143).
· Evangélicos y pentecostales:
· Los cristianos no católicos ascendían al 12,6% en 1994 (DKM p. 55) y al 11,6% en 2001 (NDC p. 91, sumando “evangélicos” y armenios ortodoxos). Esta última encuesta discrimina dentro del subgrupo erróneamente denominado “evangélicos” un 5,0% de cristianos no católicos sin denominación (“cristianos sin Iglesia”). Probablemente se trata de ex católicos que tampoco se consideran evangélicos o protestantes. Además discrimina un 5,6% de evangélicos (sumando evangélicos, evangélicos pentecostales y evangélicos bautistas). Es muy probable que la mayoría de estos evangélicos pertenezca a grupos más o menos sectarios, que han tenido un gran crecimiento en los últimos años: Asambleas de Dios, Ondas de Amor y Paz, Dios es Amor, Iglesia Nueva Apostólica, Iglesia Universal del Reino de Dios, etc.
· El porcentaje de montevideanos que participaba con cierta frecuencia en cultos pentecostales ascendía al 2,1% en 1994 y al 1,8% en 2001, mientras que el porcentaje de la población que afirmaba haber participado en ellos por lo menos una vez era del 6,9% en 1994 y el 7,3% en 2001 (DKM p. 89; NDC p. 145). Estas cifras parecen algo bajas, pero se debe tener en cuenta que el término “cultos pentecostales” es ambiguo y restrictivo.
· En cuanto al porcentaje de montevideanos vinculados a organizaciones religiosas, las Iglesias Evangélicas ocupan el segundo puesto con el 1,7% (DKM p. 76).
· ¿Un problema de identidad?
La Iglesia es vista como una organización filantrópica: la gran mayoría de los montevideanos (66,8%) opina que el cometido principal de la Iglesia Católica es ayudar a los pobres y necesitados (41,7%) o combatir la injusticia defendiendo los derechos de las personas (25,1%) (DKM p. 80). El aspecto positivo de esto es que parece haber una alta valoración del compromiso católico con la justicia social.

2. Propuestas pastorales.
En este capítulo plantearemos algunas propuestas pastorales que apuntan a fortalecer los aspectos positivos de la realidad religiosa de Montevideo y a contrarrestar los negativos.

2.1 Errores a evitar.
A nuestro juicio la Iglesia de Montevideo debería poner más empeño en evitar los siguientes errores:
· El “neo-triunfalismo”, actitud auto-complaciente que genera inmovilidad (permanecen bastantes signos de inmovilidad en nuestra Arquidiócesis).
· La excesiva priorización de los aspectos políticos, sociales y económicos del cristianismo (la conversión individual tiene una prioridad ontológica frente a la conversión de la sociedad).
· El influjo de cierta teología de la liberación ligada al marxismo (aún relevante en Montevideo).
· Las tendencias de la pastoral de conjunto a una excesiva uniformización y a un excesivo énfasis en las instancias territoriales (parroquias y zonas pastorales).

2.2 Hacia una nueva evangelización.
Creemos que la Iglesia Católica en Montevideo podría avanzar hacia la nueva evangelización impulsada por el Papa Juan Pablo II, por medio de una mayor insistencia en los siguientes elementos de la vida cristiana:
· Retorno a lo esencial:
· La constante proclamación de los principales misterios de la fe (Trinidad, Encarnación, Gracia, etc.).
· El encuentro personal con Jesucristo vivo, único Camino hacia Dios Padre
(la vida moral es siempre “acto segundo”: respuesta a la gracia de Dios).
· La Iglesia, misterio de comunión entre Dios y los hombres:
· El vínculo indisoluble entre Jesucristo y la Iglesia.
· La índole escatológica de la misión de la Iglesia
(la forma más eficaz de promover a los pobres es anunciarles el Evangelio de Jesucristo).
· La santidad, como primera prioridad pastoral (cf. Juan Pablo II, carta apostólica Novo Millennio Ineunte, nn. 30-31).
· Los medios de crecimiento de la vida cristiana (cf. ídem, nn. 32-41):
· lectura de la Biblia;
· sacramentos (especialmente reconciliación y eucaristía);
· oración personal;
· dirección espiritual;
· retiros o ejercicios espirituales;
· pequeñas comunidades cristianas unidas en Jesucristo;
· La evangelización de las familias:
· La pastoral familiar, instrumento central de la nueva evangelización.
· La catequesis familiar, medio de renovación de la catequesis.
· La formación de comunidades de familias cristianas, ámbitos de comunión para niños, jóvenes, adultos y ancianos.
· La enseñanza de los aspectos morales de la vida cristiana:
· indisolubilidad del matrimonio;
· rechazo de las relaciones sexuales prematrimoniales;
· práctica de las virtudes humanas y cristianas;
· compromiso con los pobres y la justicia (fundamentado teológicamente).
· dignidad de la vida humana (contra el aborto, la eutanasia, etc.).
· La evangelización de la cultura:
· Formación teológica de los fieles (especialmente catequistas, profesores de religión y otros agentes pastorales).
· Mayor y mejor uso de los medios de comunicación social.
· Reforma de la educación católica.
· Impulso decidido de la educación religiosa en las escuelas públicas con carácter optativo
(esta iniciativa pondría en jaque al instrumento básico del secularismo: la escuela pública obligatoriamente prescindente de lo religioso; su puesta en marcha debería ser gradual, debido a su gran complejidad).
· La defensa y propagación de la fe:
· Anuncio gozoso de Jesucristo como único Salvador.
· Razonabilidad de la fe cristiana
(se necesita una “nueva apologética”, sin excesos polémicos ni tendencias racionalistas).
· Combate contra las sectas.
· Rechazo radical de las creencias mágicas y supersticiosas (¿por qué no en las propias promesas bautismales?).
· Necesidad de un testimonio cristiano entusiasta, razonable, comprometido y coherente
(los fieles deben proponer la fe cristiana en todo tiempo).
· Cultivo del sentido crítico frente a las propuestas de los medios de comunicación social (¿abstinencia de televisión los viernes del tiempo ordinario?).
· La renovación de las comunidades cristianas:
· En pos de un mayor entusiasmo, una espiritualidad más profunda, una participación más activa de los fieles en la liturgia, una vivencia más fuerte de la comunión eclesial y un mayor impulso misionero.
· Apertura al aporte de los nuevos movimientos, comunidades y asociaciones eclesiales
(estos movimientos son uno de los mayores signos de vitalidad de la fe católica en Montevideo).

Daniel Iglesias Grèzes
Montevideo, 2 de abril de 2005.

miércoles, marzo 16, 2005

Prólogo del Libro “II Congreso Nacional de la Familia” (Mons. Nicolás Cotugno)

Los días 11 y 12 de octubre de 2003 se realizó en Montevideo el Segundo Congreso Nacional de la Familia, bajo el lema "Familia: Germen de Vida y Esperanza de mi País".

El Congreso fue precedido por una ardua labor de preparación, desarrollada a lo largo de casi dos años: múltiples reuniones del Consejo Nacional, las Comisiones Diocesanas y la Comisión Nacional de Pastoral Familiar, publicación de seis números de una nueva revista (“Pastoral Familiar”), con una amplia tirada y con “fichas” concebidas para orientar la reflexión de los grupos de familias en todo el país, “Pre-Congresos” en las distintas Diócesis, etc.

Esta labor fermental tendió a consolidar la pastoral familiar, otorgándole a ésta el lugar que le corresponde en el marco de la pastoral de conjunto. En efecto, dado que “el hombre es el camino de la Iglesia” y que el hombre es un “ser familiar” -es decir, un ser que naturalmente nace, crece y madura en el seno de una familia-, resulta que la familia es el primer camino de la Iglesia. De ahí que se pueda afirmar que la familia es un “trascendental de la pastoral”. O sea, toda la acción pastoral de la Iglesia debe tomar en cuenta la dimensión familiar inherente al ser humano. He aquí un tema que convendría analizar en profundidad en las Parroquias, los movimientos, los servicios... ¡Cuánto se podría mejorar todavía en procura de una adecuada complementación entre la pastoral familiar, por un lado, y la catequesis, la pastoral juvenil, la pastoral social etc., por otro lado!

El primer día del Congreso (sábado 11) tuvo lugar la parte académica en el Colegio y Liceo San Francisco de Sales (Maturana), con una concurrencia de unas 1.300 personas. Las doce ponencias, divididas en cuatro módulos, tuvieron un muy buen nivel y dejaron muchos elementos de reflexión a los participantes, planteando temas que seguramente dejarán huellas en la pastoral familiar nacional. Los cuatro testimonios llegaron al corazón de todos los presentes, manifestando biográficamente la acción santificadora del Espíritu de Dios en las familias cristianas. Los 24 talleres permitieron a los participantes del Congreso profundizar en los temas planteados por los expositores, en una forma dialogal y participativa.

El segundo día del Congreso (domingo 12) tuvo lugar la Fiesta de la Familia en el Palacio Peñarol, con una concurrencia de unas 3.000 personas. Todo contribuyó a hacer de este día una verdadera fiesta: los espectáculos musicales (con diversos coros y conjuntos musicales), los testimonios y la notable actuación especial de Luis Landriscina y el P. Mamerto Menapace, quienes aportaron su cuota de humor abierto al Misterio (Landriscina) y de reflexión cristiana a partir del aspecto humorístico (Menapace). La Eucaristía, Celebración de la Familia, fue el broche de oro de este inolvidable Congreso, por el cual damos gracias a Dios y a todos los que aportaron su trabajo, durante los años 2002 y 2003, para preparar su digna celebración.

Como se hizo después del Primer Congreso Nacional de la Familia (realizado en 1994 en la Universidad Católica del Uruguay), también en esta ocasión se ha publicado un libro con las alocuciones, las ponencias y los testimonios presentados en el Congreso. En esta oportunidad se han recogido las intervenciones completas de los oradores, gracias a la oportuna grabación de las mismas. Esperamos que este libro sirva de ayuda para que las familias cristianas y los agentes de la pastoral familiar reanuden la reflexión sobre los importantes temas planteados en el Congreso, profundizándolos, sacando conclusiones y llevándolas a la práctica.

En esta época de cambios acelerados, que configura un verdadero cambio de época, asistimos desde hace algunas décadas a una grave crisis de la familia fundada en el matrimonio. El divorcio, la unión libre y otros males semejantes se están volviendo cada vez más frecuentes. Sin embargo los cristianos no debemos caer en el error de comportarnos como “profetas de calamidades” (según decía el Beato Papa Juan XXIII), regodeándonos en pronosticar un futuro intra-mundano cada vez más sombrío. Es necesario e importante denunciar las injusticias, pero más todavía lo es anunciar el Evangelio y confiar en el triunfo definitivo del bien sobre el mal. Nuestro Señor Jesucristo nos dice a nosotros hoy: “No teman. Yo he vencido al mundo”. “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. “El que permanece en Mí y Yo en él, dará mucho fruto”. “Los cielos y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará”.

Dos culturas o civilizaciones se enfrentan hoy en día en todo el mundo y su pugna es especialmente intensa en nuestra civilización occidental: siguiendo al Magisterio pontificio reciente, podemos denominarlas la cultura de la muerte y la civilización del amor. Trabajar a favor de la extensión de la civilización del amor es parte esencial de la misión de la familia cristiana.

Vale la pena mencionar que, a pesar de las invitaciones cursadas y de haber sido un evento cuantitativa y cualitativamente muy importante de la confesión religiosa mayoritaria del Uruguay, la que se identifica con las raíces de la Patria, nuestro Congreso no contó con la presencia de autoridades nacionales ni departamentales y tuvo una escasa cobertura en los medios de comunicación social. No pretendo analizar aquí las causas de hechos como éste, pero sí deseo subrayar que, a fin de cumplir más plenamente su misión de defensa y promoción de la vida y la familia, la Iglesia Católica deberá incrementar su presencia en el espacio público. Para ello los católicos tendremos que superar el influjo de una ideología laicista que intenta excluir a la religión de ese espacio y deberemos actuar siempre de acuerdo con la conocida máxima de San Agustín: “Unidad en lo necesario, libertad en lo opinable, caridad en todo”.

El Segundo Congreso Nacional de la Familia ha marcado un hito en el camino de la Iglesia peregrina en el Uruguay. En el contexto de una sociedad secularizada que sufre una enconada embestida contra los derechos y deberes de las familias, los católicos uruguayos hemos reafirmado nuestra visión de la familia como santuario de la vida, como escuela del más rico humanismo y como un bien para la sociedad, una célula básica para la construcción de una sociedad más justa y fraterna; y, sobre todo, hemos profesado nuestra fe en el Evangelio de Jesucristo acerca de la vida y la familia, comprometiéndonos a hacer de nuestras familias cristianas, con el auxilio de la Gracia, pequeñas “iglesias domésticas”, en las que los padres ejerzan con amor y responsabilidad su misión de ser “pastores” de sus hijos, guiándolos en el camino hacia el Padre.

La mayor parte de la existencia terrena de la Palabra de Dios hecha carne, Jesucristo, transcurrió en la apacible intimidad de la Sagrada Familia de Nazareth. De los largos años que van entre el episodio del niño Jesús perdido y hallado en el Templo de Jerusalén y el comienzo de su vida pública, los Evangelios nos dicen solamente lo siguiente:
“Bajó con ellos y vino a Nazareth, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.” (Lucas 2,51-52).
Quiera Dios que, contemplando a Jesús, María y José y siguiendo sus huellas, nuestras familias se conviertan cada día más, mediante el encuentro con Jesús, el Señor resucitado, en germen de vida, semilla del Reino y signo de esperanza para nuestro querido país.

Mons. Nicolás Cotugno
Arzobispo de Montevideo
Presidente de la Comisión Nacional de Pastoral Familiar
(período 1997-2003).

Mensaje Final del II Congreso Nacional de la Familia

1. Una buena noticia sobre la familia.
Las familias católicas del Uruguay, congregadas junto a nuestros Pastores, nos dirigimos a todos nuestros conciudadanos a fin de:
· anunciarles la buena noticia sobre la familia revelada por Jesucristo, el Señor Resucitado;
· invitarlos a colaborar en la defensa y la promoción de la familia, "base de nuestra sociedad" (Artículo 40 de la Constitución de la República), a fin de que la familia sea el corazón de una cultura del amor;
· transmitirles algunas conclusiones extraídas de las múltiples reflexiones y experiencias compartidas durante el Congreso.

2. Los derechos y deberes de las familias.
"Por el hecho de haber dado la vida a sus hijos, los padres tienen el derecho originario, primario e inalienable de educarlos; por esta razón ellos deben ser reconocidos como los primeros y principales educadores de sus hijos." (1)
La libertad de elegir la clase de educación que queremos para nuestros hijos es un derecho humano fundamental. La organización del sistema educativo uruguayo no respeta este derecho básico, contrariando lo garantizado por el Artículo 68 de la Constitución y discriminando injustamente a quienes no están de acuerdo con el tipo de educación brindado en los establecimientos de enseñanza del Estado. Nos comprometemos a trabajar para cambiar esta situación inconstitucional y antidemocrática, a fin de que el Estado asuma plenamente su deber de ayudar a los padres a ejercer su derecho de educar a sus hijos conforme a sus propias convicciones.

"Las familias tienen el derecho de poder contar con una adecuada política familiar por parte de las autoridades públicas en el terreno jurídico, económico, social y fiscal, sin discriminación alguna" (2).
La crisis de la familia no es sólo una consecuencia sino también una causa de la pobreza. El fortalecimiento de la familia debe ser un objetivo central de verdaderas políticas de Estado, en esencia independientes de los vaivenes electorales. La familia debe ser asumida como sujeto y objeto político y no como la destinataria de una mera sumatoria de políticas que no la consideran en su unidad. Se debe prestar particular atención a las políticas de empleo.

"La vida humana debe ser respetada y protegida absolutamente desde el momento de la concepción." (3)
El Uruguay vive un momento crítico de su historia en lo que respecta al primero de los derechos humanos, el derecho a la vida. Exhortamos a todos los uruguayos a unir sus fuerzas para:
· Rechazar la legalización del aborto voluntario.
· Brindar alternativas válidas a las madres que esperan hijos no deseados.
· Modificar la normativa vigente en materia de adopciones, a fin de facilitarlas.
· Prohibir la clonación humana y toda forma de reproducción humana asistida que no respete la dignidad esencial del ser humano.
Nos comprometemos a ser, en estos asuntos fundamentales, la voz y el voto de aquellos que no tienen ni voz no voto.

3. La familia es un capital social.
La familia es la expresión fundamental de la naturaleza social del ser humano. Es una comunidad de personas basada en la alianza conyugal, por la cual un hombre y una mujer se entregan y aceptan mutuamente, estableciendo entre sí una comunión íntima de vida y de amor ordenada al bien de ambos y a la procreación y la educación de los hijos. El matrimonio es una institución natural dotada por el Creador de una muy alta dignidad, que debe ser amparada por la ley civil. No corresponde equiparar el matrimonio con ninguna forma de "unión de hecho".

El desarrollo económico de un país depende crucialmente de su "capital humano". La familia tiene un rol fundamental en la formación de este capital, por lo que una estructura familiar débil atenta gravemente contra la economía de una sociedad. La familia educa en virtudes fundamentales para la economía tales como honestidad, responsabilidad, laboriosidad, austeridad y solidaridad.

Nuestra civilización, afectada por ideologías materialistas, secularistas, racionalistas, relativistas y utilitaristas, vive una época de crisis moral y espiritual. A menudo los medios de comunicación social transmiten estas ideologías negativas hacia las familias. En este contexto no es fácil para las familias cumplir su misión de ser transmisoras de los valores humanos y cristianos. Las comunidades cristianas (parroquias, colegios, movimientos etc.) deben apoyar a las familias en esta difícil tarea.

4. La familia es el primer camino de la Iglesia.
La familia es una prioridad pastoral para toda la Iglesia. Dado que la familia forma parte del ser del hombre, toda acción pastoral de la Iglesia incide también sobre la familia. Las distintas ramas de la pastoral de conjunto deben ser coordinadas con la pastoral familiar. Por ejemplo, es imprescindible un trabajo conjunto entre la pastoral juvenil y la pastoral familiar en el área del noviazgo. La pastoral familiar debe llegar a todos los integrantes de la familia y tener en cuenta las situaciones de todas las familias (por ejemplo, los problemas propios de las familias rurales, el drama de la emigración que sufren tantas familias uruguayas, etc.).

La crisis de fe que afecta a muchas familias dificulta los procesos de iniciación cristiana realizados en parroquias o colegios. La catequesis familiar es una nueva metodología catequética que apunta a apoyar a la familia cristiana para que pueda cumplir eficazmente su misión de educar en la fe. Alentamos a los catequistas del Uruguay a conocer, experimentar y evaluar esta metodología.

La Iglesia comparte las alegrías y tristezas de las familias de nuestro país y quiere estar a su lado, ayudarlas a resolver sus problemas en distintos órdenes de la vida y transmitirles el misterio de la fe en el Dios revelado por Cristo. A la miríada de obras sociales eclesiásticas o civiles de inspiración católica de nuestro país se podrían sumar con fruto centros especializados en los problemas de la familia (consultorios familiares, centros de escucha y acogida, pastoral de acompañamiento, etc.)

5. La familia cristiana, iglesia doméstica.
La familia cristiana está fundada sobre el sacramento del matrimonio, que hace a los esposos partícipes del misterio de la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia. Como Cristo amó a la Iglesia hasta el extremo y entregó su vida por ella, así los esposos deben amarse y entregarse recíprocamente.

Hay una vocación cristiana a la santidad en la vida matrimonial. Es preciso reconocer su altísima dignidad e impulsar a los novios y esposos a cumplir siempre la voluntad de Dios, viviendo lo ordinario de manera extraordinaria. Los padres, fortalecidos por la gracia del sacramento del matrimonio, son los pastores de la familia, iglesia doméstica. Han de ayudar a sus hijos a crecer en santidad y a descubrir y vivir su propia vocación particular, siguiendo a Cristo como María.

La familia cristiana participa de la misión de todo el Pueblo de Dios. Debe anunciar el Evangelio de Jesucristo con palabras y obras, sobre todo con el testimonio de una vida familiar ejemplar, yendo al encuentro de los otros y acogiéndolos con calidez, especialmente a las familias en situaciones difíciles o irregulares.

Al concluir este mensaje nos dirigimos especialmente a todos los matrimonios del Uruguay, llamando a cada esposo y esposa a renovar la entrega sincera de sí mismo, a construir entre ambos un amor fiel, fecundo, paciente, solidario y misericordioso y a vivir la paternidad responsable con generosidad.

Por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, ama de casa y sede de la Sabiduría, rogamos a nuestro Padre Dios que bendiga a todas las familias del Uruguay y las colme de su gracia, por medio de su Hijo Jesucristo, nuestro único Salvador, en el Espíritu Santo. Amén.

Montevideo, 12 de octubre de 2003.

NOTAS:

1) Pontificio Consejo para la Familia, Carta de los Derechos de la Familia, Art. 5.

2) Idem, Art. 9.

3) Idem, Art. 4.

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